La fundación del Monasterio de la Orden Sancti Spíritus en la ciudad de Sevilla, fue realizada por la noble dama María de Aguilar, natural de Málaga (España) que dotada de profunda fe e intrepidez de ánimo, logró ser instrumento del Espíritu Santo y llevar a cabo la obra que Dios le encomendara.

María de Aguilar conocía, sin duda la espiritualidad de la Orden del Espíritu Santo, pues en sus días eran numerosas las casas existentes en España, con diversas modalidades: hospitales, orfelinatos y Monasterios y deseando consagrar al Señor su persona y sus bienes, se sintió llamada por El a vivir el carisma de Guido de Montpellier, que satisfacía plenamente los anhelos de su generosa alma.

Quiso beber en sus fuentes el carisma originario de la Orden y marchó al Hospital del Espíritu Santo en Roma, donde vistió el hábito de la misma y tras el noviciado, hizo la Profesión en manos del Gran Preceptor General Fr. Francisco de Landis, hacia el 1534.

Su celo por la gloria de Dios la impulsaba a emplear su patrimonio en la erección de una nueva casa de la Orden, y el Preceptor General, con alta estima de sus virtudes, le concedió amplias facultades para fundar Monasterio y Hospital de mujeres en cualquier lugar de España, donde ella juzgase conveniente. La nombró Abadesa perpetua y Comendadora de la proyectada fundación, con poder para que al final de sus días, o cuando lo creyera necesario designase la Abadesa que debía regir la casa por ella fundada.

El documento fundacional, firmado y sellado por Fr. Francisco de Landis tiene fecha de 5 de diciembre de 1538.

Llegada la fundadora a España y habiendo reconsiderado prudentemente su propósito escogió la ciudad de Sevilla para el establecimiento de un nuevo Monasterio de la Orden que tiernamente amaba. Es de advertir que aunque poseía facultades para fundar hospital y Monasterio, sólo fundó este último.

Los desvelos de la fundadora fueron bendecidos por Dios y consta, históricamente, que el Monasterio ya estaba fundado, en el año 1540 y en el mismo lugar que hoy existe. (Calles Dueñas, San Juan de la Palma y Espíritu Santo).

La construcción del Monasterio fue bien acogida por las autoridades eclesiásticas y civiles no así por el pueblo, que veía aumentarse un nuevo monasterio que viviría en pobreza. Y la impugnó.

La fundadora acudió al Nuncio de Su Santidad en España en busca de su protección pero éste no le fue favorable. Con gran confianza en Dios ante la fuerte contradicción , firme en su propósito de mantener el monasterio recién fundado, emprendió segundo viaje a Roma para visitar al Papa, que lo era Paulo III.

Por Bula expedida el 26 de diciembre de 1554 el Sumo Pontífice refrenda las Letras Fundacionales, dadas por el Gran Maestro F. Francisco de Landis estimula a diversas personalidades que apoyen la fundación y castiga con toda clase de censuras y con excomunión a quienes se opongan a ello.

La Bula del Papa trocó la oposición primera en franca simpatía hacia el Monasterio, todo fueron facilidades y prontamente ingresaron en él gran número de jóvenes.

Consolidado el Monasterio fue nuevamente confirmado por otro Gran Maestro del Hospital romano, Fr:Luis de Simoneta, por Bula de 7 de julio de 1553, siendo Sumo Pontífice Julio III.

A la Madre Fundadora se le unió Dª Inés de Sotomayor, viuda de Portacarrero, que aportó bienes materiales y profesó en el Monasterio. La Fundadora , al final de sus días la nombró sucesora con los títulos de Cofundadora y Abadesa perpetua De hecho rigió el Monasterio durante cinco años y a su muerte, nombró como Abadesa, a una nieta de su mismo nombre y con sólo doce años de edad manejada por sus parientes y las consecuencias fueron tan desastrosas que el Monasterio estuvo a punto de extinguirse.

La comunidad acudió al entonces Gran Maestro de la Orden. Ni el Monasterio, ni la Casa de Roma admitían tal atropello y se entabló un pleito que por las dificultades de comunicación duró años Intervino el Gran Maestro por medio del Visitador General de la Orden Fr. Juan Calvo Segura y nombró Abadesa a una monja virtuosa y querida por la comunidad, M. María de Mayorga, hermana del Duque de Arcos. Pero el pleito y las pretensiones familiares continuaron, y esta venerable monja tuvo que sufrir hasta la violencia física de los opositores que no cejaban en su empeño y se valieron de noticias erróneas que complicaron más y más el pleito entablado.

En esta época la comunidad empezó a recibir a algunas niñas para formarlas en la fe católica y buenas costumbres. Se les llamó las NIÑAS DE LA DOCTRINA CRISTIANA. Esta actividad apostólica, que resultó muy el agrado de la ciudad, se mantuvo hasta el año 1626 que llegaron a ser sesenta o más niñas.

A partir de 1626, resuelto ya el pleito que ocupó tantos años, se acentuó en el Monasterio la vida retirada. Si bien un nuevo contratiempo amenazó, por esta época la Casa.. La falta de personal, fue el motivo de que un Prelado sevillano intentara eliminar el Monasterio del Espíritu Santo en Sevilla, fundando en él el de otra Orden religiosa. Así lo puso en practica trayendo tres monjas de aquella Orden que empezaron a regir la comunidad. Pero una monja valerosa- M. Inés Niño de Guevara, Comendadora Sancti Spiritus - puso pleito a su Arzobispo argumentando que la Casa era fundación de la Orden del Espíritu Santo y así debía seguir La Santa Sede dio la razón a la monja, y de allí vinieron excomuniones para el Sr. Arzobispo si en el plazo de tres días, no retiraba a las religiosas de la otra Orden que había introducido allí contra la voluntad de sus moradoras. El Prelado pidió perdón a la comunida, y de convirtió en su benefactor: si bien la muerte le aconteció prontamente.

También a comienzos del siglo XVII el Monasterio pasa a la jurisdicción del Arzobispado de Sevilla.

El siglo XVII fue para el Monasterio fase de apogeo espiritual y serena vida monástica. Existen datos históricos de monjas de vida muy santa: M: Teresa de Valenzuela. Juana de la Cruz Soriano, Rosa del Niño Jesús. No faltaron pruebas, sobre todo por estrecheces económicas pero la comunidad supo fiarse de Dios y la vida común volvió a observarse tal como la estableció la fundadora.

Existió en Sevilla una Casa de varones de la Orden, que estuvo situada en el barrio de Triana, y cuya finalidad a lo que parece, era preparar a los candidatos que después pasaban a América. Tenemos constancia de que subsistieron al menos hasta el año 1735, por una historia de la ciudad y por documentos en el Archivo del Monasterio.

En el siglo XVIII, año de 1711, el Cardenal arzobispo de Sevilla, Dr. Don Manuel de Arias, creó un colegio para atender a las niñas de la nobleza decaída económicamente, al que dotó con sus bienes. Teniendo en cuenta los orígenes del Monasterio del Espíritu Santo, y que en él se observaba vida común, solicitó de las monjas que aceptasen su dirección y ministerio.- Adosado este Colegio a los muros del Monasterio y con comunicación interior con el ismo, se le denominó Colegio de Niñas Nobles del Espíritu Santo. Ha existido hasta nuestros días, dando numerosas vocaciones a la vida consagrada, citamos entre ellas a la Beata Nazaria Ignacia March, fundadora de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia.

En 1965, siguiendo las orientaciones del Cardenal Bueno Monreal el Colegio se abrió a toda clase de niñas -no sólo a las de la nobleza– y se transformó en Colegio de Educación Básica y Preescolar. La comunidad atendió también a una residencia de chicas estudiantes.

Pasado algunos años, la comunidad consideró que sería conveniente clausurar estas actividades, docentes y dedicar sus instalaciones a la creación de una Casa de Espiritualidad.

El espíritu de la Orden que la M. Fundadora legó a su descendencia, ha seguido palpitando en sus hijas, a lo largo de los años, no obstante la influencia de la religión agustiniana . que reivindicaba nuestros monasterios para su Orden. Siempre han defendido tenazmente su vocación de hijas de Guido de Montpellier y permanecen atentas y ávidas a investigar cuanta noticias puedan clarificar su carisma y glorificar a su Fundador. Desde 1939, en la comunidad se ha trabajado asiduamente en la recopilación de noticias, sobresaliendo el logro de libros valiosos y sumamente interesantes como “ De cápite Sacri Ordinis Sancti Spíritus “ y Trattato del Sacro Ordine di S. Spirito “ del Padre francés Pedro Saunier O.S.Sp. profeso de la casa de Roma e “Histoire de l'Ordre Hospitalier du Saint Esprit” del Abbé Brune. Merecen especial mención las Abadesas M. Luisa del Corazón de María Rodríguez y M. Mª del Buen Consejo Sánchez de Nieva, almas de singular virtud y amor a la Orden y la abnegada cronista Hª Mª Magdalena del Pino, así como la Abadesa y Federal M. Mª de Jesús Ollero de la Rosa que tanto amó y trabajó por la Orden.

En el Monasterio crece cada día el amor a la Orden y la dedicación a la vida contemplativa a impulsos del ideal de ALABANZA Y MISERICORDIA.